Biografías - Mike Reims

Puesto:
Clan: Toreador.
Sire:
Chiquillos:
Pareja:
Ghoules:


Reims es un caso curioso dentro del clan Toreador. Pasó sus primeras décadas ora gimiendo con la mano en la frente por no poder ver ya el sol, ora manteniendo relaciones homosexuales, como cualquiera de su clan; pero la calma que sucedió al primer siglo de existencia tomó un cariz raro.

Mike interiorizó el drama y tormento Toreador y lo racionalizó de una manera tóxica y creo que genuina. Hizo de ello una tragedia personal, me parece que auténtica y no puro esnobismo. Influido por la sangre del clan, en vez de sentirse desdichado empezó a sentirse feo. Una especie de Dorian Gray a la inversa en el que todo el "sufrimiento" y "calamidad" de su alma se muestra en el rostro por más que se lo maquille. 

Decidió castigarse por ello y ahondar en su fealdad. Durante cincuenta años vivió en pueblos marginales bajo el mote de La Rosa Marchita. Se alimentaba de ratones y lagartos, y de mendigos o humanos especialmente deformes cuando no le quedaba más remedio. Dormía sumergido en barro, cenizas o excrementos y todo así, buscando profundizar en su imaginaria fealdad.

Aquello le cansó y empezó a lesionarse. Empezó con pequeños cortes y llegó a hacerse abrasiones con fuego para que las deformidades duraran cierto tiempo. Terminó entregándose a una secta protestante dirigida por dos inquisidores en Sudáfrica. Los convenció de que el Maligno (me refiero al Diablo, no a Mithras) y el pecado no saldrían de él hasta que consiguieran derrumbar la fachada de belleza que le había sido dada para engañar a los inocentes. Estuvo con ellos unos sesenta años, atado a un palo y recibiendo toda clase de exorcismos, torturas y ocurrencias que consiguieran dejar al descubierto su verdadera y espantosa esencia. Tres generaciones de inquisidores practicaron cuantos desmanes pudieron inventar sobre Reims. En aquella época, entre dolores, humillaciones y flagelos, fue feliz.

Pero Elizabeth Dolittle no entendió esto y creyó que estaba siendo torturado sin más, en contra de su voluntad. La Gangrel, que le descubre al azar en uno de sus viajes a Tanzania, consigue rescatarlo de los cristianos y llevárselo a un escondite donde recuperarse. Eventualmente se enamoran y Reims encuentra solaz en los brazos y besos de la Gangrel con la que, cosa llamativa, se limita a tener relaciones normales en posiciones normales y con la luz apagada, aún convencido de su fealdad maligna.

Tiempo después se desplazan a Londres. Él está cada vez más centrado y ambos son nombrados Primogénitos. Reims descubre que si puede ayudar a su clan, si hace buenas obras, puede que empiece a limpiar su alma y dejar de ser tan horrendo. Unas décadas más tarde es un sujeto prácticamente normal. Mantiene su puesto tras la marcha del Tirano y la coronación de Nathan, pero dimite poco después.

Reims considera que la llegada de Nathan es mérito suyo, una especie de milagro que ha conseguido con sus décadas de martirio y entrega. Cree que es una señal del cielo, una especie de belleza universal para Londres y para todo su clan, frente al horror y la oscuridad de Mithras que él ha expulsado con su sacrificio. Llegados a este punto no necesita actuar más como Primogénito y pide la baja, dedicándose a las artes, las canciones y el ocio como un Toreador normal.

De los vampiros que necesitan un tiempo para asimilar su nueva naturaleza, es el caso más estrafalario que conozco.

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