Biografía - Príncipe Klaus
Puesto: Príncipe de Múnich.
Clan: Brujah.
Klaus nace en una casa noble de importancia media en lo que hoy es Armenia. Es el niño número 19 en la abundante descendencia del patriarca, que dadas las circunstancias se deshace dignamente de varios. Klaus es enviado a un monasterio cristiano a una tierna edad. Su infancia y juventud allí son felices y se educa en las artes clericales del momento, teología y filosofía. Alejado del papel de cura severo y rancio, destaca como un joven bonachón y simpático, de risa fácil y corazón humilde, muy querido por los campesinos.
Llama la atención de su futuro sire. Voy a referirme a él como Bogosian aunque sé que es un alias falso. Bogosian, un Brujah aficionado a tejer la historia desde detrás de las bambalinas, sigue con interés la evolución del cristianismo y busca a alguien con el perfil de Klaus. Enseguida lo desaparece del monasterio y tras un brevísimo lapso como ghoul, lo Abraza.
Tal vez el Abrazo tiene un efecto tortuoso sobre Klaus o fue por cualquier otra circunstancia, pero el resultado es que su creencia en la piedad, la bondad y el bien de todos se torna ligeramente obsesiva. Le interesa más repartir su vitae entre los enfermos que aprender Disciplinas de combate, patrocina pequeñas revueltas de aldeanos contra señores crueles y hace un poco el Robin Hood por Europa mientras Bogosian trata de convertirlo en un vampiro de provecho.
Al empezar a frecuentar mansiones y foros vampíricos de alto nivel, a Klaus le indigna la cantidad de reliquias y tesoros que la Estirpe acumula "en vano". Habla de repartir y de ser impulsores de un mundo mejor. Naturalmente se ríen de él y eventualmente empieza a tomar medidas por su cuenta. A medias utilizando la Presencia sobre guardias y criados, a medias con técnicas de ladronzuelo vulgar, Klaus empieza a sacar de estas mansiones alguna que otra pieza. Hoy una espada, mañana un cuadro, después una bolsa de monedas. Vende estas cosas y destina los ingresos a "obra social" como se dice ahora.
No pasa mucho tiempo antes de que se asocien las visitas de Bogosian con pequeñas pérdidas materiales. Klaus, sorprendido alguna vez en aposentos o pasillos inadecuados, opta por hacerse el borracho. A fin de hacer viable esta pantomina investiga seriamente en el campo de la destilería y las posibilidades vampíricas, siendo uno de los creadores de la entretenida mezcla rave.
Bogosian, entre tanto, va perdiendo la paciencia con Klaus. El chiquillo sigue siendo un válido interlocutor con el clero, pero no tiene interés ni mano para la política. Y una noche llegó la gota que colmó el vaso. Un cáliz de plata, una daga cara, dos cucharillas de bronce y nácar y un frasco de perfume. Eso fue lo que sustrajo Klaus de una casa Ventrue crucial en la Europa del Este, con la mala suerte de que las cucharillas tenían valor sentimental para uno de los sangreazul. Se armó un pequeño revuelo que provocó otros dos o tres revuelos, un par de conversaciones a puñetazos y, finalmente, el Cisma de Oriente y Occidente.
Esto fue un gravísimo revés para los planes de Bogosian, que tras una conversación a puñetazos con Klaus, determinó que ya estaba listo para ser un vampiro independiente y viajar por el mundo sin la tutela de un sire.
Klaus se aleja de la zona oriental y va sobreviviendo y fortaleciéndose en occidente. Libre ahora del freno de Bogosian, pone en marcha varios proyectos solidarios no sólo para los humanos: establece refugios secretos para ghoules huérfanos y academias donde los Caitiff pueden esconderse, aprender cosas útiles y seguir vivos. Mantiene a estos necesitados con su propia sangre y la de los gregarios que puede reunir en cada momento. Algunos de estos santuarios aún funcionan.
Pero limitarse a los marginados se va volviendo frustrante y Klaus salta por fin de la caridad a la política, al entender que hacen falta gobernantes ilustrados y arquitectos sociales, no sólo clérigos que repartan limosna. Con la instauración de la Camarilla y el sistema de Príncipes, enseguida accede al trono de Múnich gracias a la enorme simpatía que le profesan los mortales, cuya riqueza y potencia militar colectiva eran interesantes.
Como Príncipe ya no necesita hurtar personalmente cosillas de poca monta, aunque conserva la afición por la bebida o más bien por fingirse borracho. Crea una de las comunidades más estables y desenfadadas de Europa y las sociedades vampírica y humana prosperan bajo su mando. En lo personal, halla compañía, entendimiento y conversación espiritual en la que algún día hubiera sido abadesa de Schlehdorf, pero termina siendo su chiquilla Frida.
Klaus nace en una casa noble de importancia media en lo que hoy es Armenia. Es el niño número 19 en la abundante descendencia del patriarca, que dadas las circunstancias se deshace dignamente de varios. Klaus es enviado a un monasterio cristiano a una tierna edad. Su infancia y juventud allí son felices y se educa en las artes clericales del momento, teología y filosofía. Alejado del papel de cura severo y rancio, destaca como un joven bonachón y simpático, de risa fácil y corazón humilde, muy querido por los campesinos.
Llama la atención de su futuro sire. Voy a referirme a él como Bogosian aunque sé que es un alias falso. Bogosian, un Brujah aficionado a tejer la historia desde detrás de las bambalinas, sigue con interés la evolución del cristianismo y busca a alguien con el perfil de Klaus. Enseguida lo desaparece del monasterio y tras un brevísimo lapso como ghoul, lo Abraza.
Tal vez el Abrazo tiene un efecto tortuoso sobre Klaus o fue por cualquier otra circunstancia, pero el resultado es que su creencia en la piedad, la bondad y el bien de todos se torna ligeramente obsesiva. Le interesa más repartir su vitae entre los enfermos que aprender Disciplinas de combate, patrocina pequeñas revueltas de aldeanos contra señores crueles y hace un poco el Robin Hood por Europa mientras Bogosian trata de convertirlo en un vampiro de provecho.
Al empezar a frecuentar mansiones y foros vampíricos de alto nivel, a Klaus le indigna la cantidad de reliquias y tesoros que la Estirpe acumula "en vano". Habla de repartir y de ser impulsores de un mundo mejor. Naturalmente se ríen de él y eventualmente empieza a tomar medidas por su cuenta. A medias utilizando la Presencia sobre guardias y criados, a medias con técnicas de ladronzuelo vulgar, Klaus empieza a sacar de estas mansiones alguna que otra pieza. Hoy una espada, mañana un cuadro, después una bolsa de monedas. Vende estas cosas y destina los ingresos a "obra social" como se dice ahora.
No pasa mucho tiempo antes de que se asocien las visitas de Bogosian con pequeñas pérdidas materiales. Klaus, sorprendido alguna vez en aposentos o pasillos inadecuados, opta por hacerse el borracho. A fin de hacer viable esta pantomina investiga seriamente en el campo de la destilería y las posibilidades vampíricas, siendo uno de los creadores de la entretenida mezcla rave.
Bogosian, entre tanto, va perdiendo la paciencia con Klaus. El chiquillo sigue siendo un válido interlocutor con el clero, pero no tiene interés ni mano para la política. Y una noche llegó la gota que colmó el vaso. Un cáliz de plata, una daga cara, dos cucharillas de bronce y nácar y un frasco de perfume. Eso fue lo que sustrajo Klaus de una casa Ventrue crucial en la Europa del Este, con la mala suerte de que las cucharillas tenían valor sentimental para uno de los sangreazul. Se armó un pequeño revuelo que provocó otros dos o tres revuelos, un par de conversaciones a puñetazos y, finalmente, el Cisma de Oriente y Occidente.
Esto fue un gravísimo revés para los planes de Bogosian, que tras una conversación a puñetazos con Klaus, determinó que ya estaba listo para ser un vampiro independiente y viajar por el mundo sin la tutela de un sire.
Klaus se aleja de la zona oriental y va sobreviviendo y fortaleciéndose en occidente. Libre ahora del freno de Bogosian, pone en marcha varios proyectos solidarios no sólo para los humanos: establece refugios secretos para ghoules huérfanos y academias donde los Caitiff pueden esconderse, aprender cosas útiles y seguir vivos. Mantiene a estos necesitados con su propia sangre y la de los gregarios que puede reunir en cada momento. Algunos de estos santuarios aún funcionan.
Pero limitarse a los marginados se va volviendo frustrante y Klaus salta por fin de la caridad a la política, al entender que hacen falta gobernantes ilustrados y arquitectos sociales, no sólo clérigos que repartan limosna. Con la instauración de la Camarilla y el sistema de Príncipes, enseguida accede al trono de Múnich gracias a la enorme simpatía que le profesan los mortales, cuya riqueza y potencia militar colectiva eran interesantes.
Como Príncipe ya no necesita hurtar personalmente cosillas de poca monta, aunque conserva la afición por la bebida o más bien por fingirse borracho. Crea una de las comunidades más estables y desenfadadas de Europa y las sociedades vampírica y humana prosperan bajo su mando. En lo personal, halla compañía, entendimiento y conversación espiritual en la que algún día hubiera sido abadesa de Schlehdorf, pero termina siendo su chiquilla Frida.
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