Biografía - Princesa Gwendolyne

Puesto: Princesa de Holanda.

Clan: Toreador.


Adorable criatura de cabellera rubia y sonrisa fantástica, esta Toreador muestra una curiosa anomalía: el arte no es uno de sus principales intereses. No llega a extravagancia. Naturalmente disfruta del arte, los placeres y la belleza, pero no son estas cuestiones las que llenan su mente en las largas noches de invierno. 

Es, con diferencia, la Princesa más en contacto con la humanidad. Algo que sí que llena su mente es el desarrollo y mejora de infraestructuras y medios de viaje. ¿Sorprendente? Más abajo lo entenderemos. Es fácil rastrear la mano de Gwendolyne a lo largo de la historia en forma de mecenazgo, inspiración y ayuda financiera en las grandes obras y proyectos que hicieron más fácil desplazarse por el mundo. Desde motivar a líderes para invertir en estas cuestiones, a velar por las grandes mentes o sufragar escuelas de ingeniería, se puede localizar la influencia de la dama en la creación y propagación de las calzadas romanas, las tecnologías navales vikingas, los métodos de tala duradera en entornos de gran frondosidad para abrir caminos, etcétera. Fueron protegidos suyos gente como Marco Polo, Gengis Khan, Magallanes, o el reciente Edwin Peary. 

Mientras otras facciones apoyaban más directamente estos proyectos y exploradores por otros motivos los Ventrue por interés comercial, los Brujah por aventura y belicismo, etcétera ella lo hacía, a menudo discretamente, por el mero hecho del viaje y el establecimiento de rutas y conexiones. Fue una de las principales benefactoras de la Royal Society de Londres y entusiasta impulsora de los desarrollos de todo tipo de motores de tierra, mar y aire. 

(Un viejo ghoul suyo me confesó, medio seducido medio amenazado, que cuando los Wrigth consiguieron despegar por primera vez, Gwendolyne estuvo un mes bailando y dando voces de júbilo).

La Princesa mantiene estos pasatiempos, en las empresas tecnológicas de ahora. Ya hay medios de transporte vertiginosos y que llegan a cualquier lugar recóndito. Pero quiere más. Su objetivo a corto plazo es que se pueda volar a las antípodas en tres horas y los transportes terrestres, especialmente coches y trenes, cuadrupliquen su velocidad.

¿Y por qué todo esto, por qué esta afición inusual y casi estrafalaria? Encontré la respuesta tras algunas entrevistas y la compra (espantosamente cara) de un par de diarios antiguos. Porque a Gwendolyne le parece completamente inhumano e insoportable que nadie, por humilde o simple que sea, pueda tardar más de unas pocas horas en reunirse con la persona con la que quiera fornicar, así viva en la otra punta del mundo.

De hecho, las pretensiones de universalidad y democratización sexual de la Princesa no se limitan al asunto espacial. ¡También al temporal! Esto nos lleva a la larga estancia en China y la repentina marcha. 

En algún momento entre los siglos XIII y XIV Gwendolyne empezó a pensar en la injusticia de que no nos podamos revolcar con gente que ya no existe o que aún no existe. ¿Quién en su sano juicio no querría yacer con Aquiles, Alejandro, Marco Antonio o Carlomagno?, exclamaba furiosa por sus pasillos, a menudo. ¿Qué leyes naturales estúpidas lo impiden? ¿Por qué no gozar ya del siguiente Mozart, aunque vaya a nacer dentro de trescientos años?

La ciencia de invocar espíritus de difuntos es relativamente conocida y viable; pero aunque puedan manifestarse y suponer algún tipo de disfrute visual, les falta solidez para el disfrute pleno. Sobre invocar gente que aún no ha existido creo que no hay mucho material.

Con que se marchó a China en busca de respuestas y saberes secretos. Ideó un plan consultando las habilidades espiritistas de Antonino y de ciertas sectas Kuei-jin, a fin de utilizar los guerreros de terracota como recipientes de almas pasadas y futuras; recipientes animados, asemejados temporalmente al espíritu que albergasen y, desde luego, útiles. Ya me entendéis.

Claro que un propósito así desafiaba el concepto de decencia de algunos líderes chinos y fue trabajoso y complicado adquirir lotes de estatuas y mantener en secreto la empresa. Se terminó yendo al traste hace pocos años por el incidente con Wen Duzu.

Wen Duzu era un ingeniero civil humano al que el gobierno chino encargó la mejora de los trenes en el país. Este, amante ocasional de Gwendolyne y conocedor de su pasión por los medios de transporte, le pidió ayuda a ella. Gwendolyne contactó con el Príncipe Klaus para un acuerdo comercial. El príncipe Klaus, del que recordaremos que tiene una peligrosa tendencia a la cleptomanía, pensó de inmediato en innumerables piezas de arte oriental y aceptó enseguida. China compró de esta forma la tecnología de los trenes magnéticos de alta velocidad, aunque luego por orgullo patrio fingirían que la venta no se produjo y que desarrollaron su propio modelo.

La cuestión es que los comisarios chinos, celosos del honor de la patria, mientras supervisaban el acuerdo e investigaban a la occidental por si les salía rana, encontraron en uno de sus despachos diagramas y anotaciones sobre el uso lujurioso y blasfemo de los guerreros de Xian y se armó un enorme revuelo. Decenas de colaboradores humanos de Gwendolyne fueron sacados a palos de sus despachos y casas y llevados a campos de reeducación o destinos más sombríos. La propia Toreador tuvo que huir apresuradamente, poco más que con lo puesto y alguna ghoul que pudo salvar.

¿Dónde recalar? El Príncipe Klaus le ofreció Holanda, un pequeño país menos histérico con el interés por las humanidades. Ella exigió ser nombrada Princesa a fin de llegar con honores y no como una fugitiva, a lo que él accedió tras una serie de amenazas y chantajes contra los otros líderes europeos hasta que lo aceptaron: a fin de cuentas no era una mala adquisición.

Las cosas en Holanda aún no tienen forma. Las primeras observaciones señalan que el Príncipe Klaus la acosa con visitas continuas en las que recorre los pasillos con mirada ávida, deseando que se abran todos los embalajes y se cuelguen todas las decoraciones, a ver cuáles se puede llevar. Ella procuraba en principio distraerle con sexo pero, al parecer, al alemán no le divierte y la rechaza una y otra vez, prefiriendo ir a ayudar a los ghoules a mover cajas y revisar albaranes. Frustrada, ella se refugia en Londres y confía al Príncipe Nathan las piezas más valiosas, delegando en su competente Senescal Ares la tarea de mostrar cierta firmeza y mano dura ante Klaus.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Biografías - Cloto, Láquesis y Átropos

Sol Shinto